Siempre pienso que en verano lo conseguiremos.
Con disciplina. paciencia y calma mágicamente, todo cambiará.
Un día despertaré y se sabrá las tablas porque haciendo montocitos con chapinas en la playa su mente comprenderá y ya no tendrá que memorizar. Habrá aprendido a leer porque la historia de Tom Sawyer le encanta y no ha podido dejar el libro hasta terminarlo. Todo habrá sucedido mientras jugaba, cantaba, se bañaba en lugar de sudar, llorar y sentirse impotente.
Le gusta la pesca y distribuyendo pescaditos en los cubos descubrirá la división. Todo será un juego y su mente sabrá lo que le piden en el cole cuando los números bailan.
Eso pienso cada mes de Junio, pero vuelvo a un Septiembre tenso y lleno de miedos. Vuelvo a no saber cómo explicarle, a creer que no lo hago bien, que no he aprovechado el tiempo maravilloso que tenía....
Y es que no es tan fácil como imaginar, como soñar despierto. El trabajo que lleva detrás un niño con dislexia lleva más de dos meses de verano, los traumas, ansiedades y miedos que les ha dejado los meses escolares están ahí. Las prisas, los reproches, los suspensos de última hora tras un cansado curso les dejan sin fuerzas, sin ganas, sin motivación y yo, como madre solo puedo soñar en otro mundo donde la gente entienda que hay detrás de la DISLEXIA
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